Para cazar una ballena “ los últimos balleneros” la rodean con multitud de barcas y los arponeros se lanzan sobre ellas para clavarles los arpones atados a cuerdas. El animal trata de huir y los arponeros de clavarles más arpones para poder sujetarla y que no pueda escapar. Es una lucha de desgate en la que, cuando hay suerte, el animal se rinde agotado y los marineros saltan sobre ellos para poder llegar a algún órgano vital bajo 30 centímetros de grasa y acabar con su vida. Es brutal y no demasiado poético. En muchas ocasiones consiguen soltarse, destrozan las embarcaciones de un coletazo o arrastran las cuerdas con marineros al fondo del mar. Cazan unas 20 ballenas a lo largo del año y con ellas sobreviven unas 1500 personas en una economía de subsistencia. Son los lamaleranos. Los últimos cazadores-recolectores que viven de la caza de la ballena. Su sociedad sobrevive siguiendo firmemente unas leyes en las que se recompensa la habilidad en la caza pero en las que las necesidades alimentarias de todos son cubiertas por la comunidad. Una sociedad anclada en ritos ancestrales pero cristianizada en la que las barcas son parte de la familia y como tal son tratadas.
Dough Bock Clark se quedó prendado de este grupo cuyo lenguaje no tiene ni siquiera un diccionario y ha pasado dos años con ellos en diferentes temporadas. Este libro es fruto de esa experiencia. Es un magnífico ejemplo de una forma bella y reflexiva de contar a los otros. Quitando algunas páginas al final, él no aparece en ningún momento en el libro. Va eligiendo momentos y personajes que para él parecen significativos para describir la sociedad y para narrarnos las tensiones a las que se han visto sometidos. La fundamental, la civilización moderna. Su estilo se mueve entre lo minucioso y lo lírico, pero tiene gran talento narrativo que hace que se lea como una novela de aventuras realista. Evidentemente, hay admiración por la forma en que han logrado sobrevivir a los cambios que les rodean, pero no estamos ante un enamorado occidental de una cultural que él no tiene que sufrir. Los personajes sufren y las pasan canutas para sobrevivir. Los teléfonos móviles e internet han llegado para quedarse. Los tradicionalistas no ven que hay que adaptarse y los jóvenes no veneran las tradiciones como antes. Ese cóctel se lee con emoción y admiración con el regalo final de una colección de fotografías sobre los personajes, pues el autor es, además fotoperiodista.