No son buenos tiempos para hablar de cultura israelí o quizás son buenos para pensar que hay un mundo más allá de la barbarie continua que nos llega de aquellas tierras. Dror Mishani es un escritor relativamente joven proveniente del mundo académico especializado en novela criminal que ha dado el salto internacional con esta novela. Estamos ante una narración milimétricamente organizada que ocurre en el Tel Avid actual, en el que la religión y la nacionalidad son parte del paisaje, pero en el que el divorcio, el envejecimiento, la maternidad o la infidelidad son mucho más importantes en el desarrollo de la trama.
Estamos ante un thriller que no muestra sus cartas hasta la tercera y última parte. Tres son las partes y cada una está protagonizada por una mujer. La primera una maestra recién divorciada que trata de reconstruir su vida en las webs de citas. La segunda emigrada precaria que encuentra refugio en la religión; y la tercera, una madre aburrida enfrascada en una tesis sobre un episodio del holocausto. Todas unidas por un hombre manipulador y sin escrúpulos que las maneja a su antojo.
La narración adopta el punto de vista de las mujeres en los dos primeros capítulos y del hombre en la tercera, a la vez que sigue la investigación de los hechos por parte de la policía. El tono es deliberadamente neutro, pero absolutamente efectivo a la hora de la narrar la forma de ver la situación de las diferentes protagonistas. Sirve para enganchar en la evolución de los personajes y para presentar suavemente los devenires, así como para sorprendernos en el último de una forma que no revelaré ni bajo tortura.
La sociedad israelí moderna tiene mucho más que ver con la nuestra que con las de los rabinos, pese a la importancia de las fiestas religiosas como jalones en el tiempo o la importancia de la nacionalidad en la vida de los personajes y la narración de Mishani la acerca más la sociedad occidental y a sus problemas que a la barbarie que vemos y no podemos negar. Se leen en un suspiro y prácticamente sin respirar.