Me cuesta encontrar alguien en el panorama literario español con la carnalidad, sonoridad y olorosidad de Manuel Vicent. Su capacidad para condensar en los pequeños detalles sensuales precisos y hermosos, momentos de la historia personal de sus personajes y, a través de ellos, de los nuestros, no tiene parangón. Este libro se sustenta de ellos y, al final es lo que más te llega porque con esos mimbres construye un mundo y nos sumerge en él.
Además de su producción periodística no ha parado de publicar narraciones largas que cuesta reconocer como novelas, pues es su prosa la que las sostiene por encima de cualquier organización narrativa. Parecía recorrer cronológicamente su vida desde la Valencia en la que se hizo adulto hasta el Madrid de las conspiraciones predemocráticas con diferentes paradas en personajes inigualables como Jesús Aguirre, Duque de Álba, o Suarez, o ese retrato de la monarquía democrática española antes del prófugo de Abudabí, concentrado en ese retrato de Antonio López que no sé dónde colgará ahora. Parecía que ya había llegado a un tiempo difícil de reciclar literariamente y, quizás por eso ha vuelto hacia atrás.
Al momento en que llegó a Madrid para dedicarse a la literatura. Jarabo, un niño bien mal criado, había matado a cuatro personas por unas joyas e iba a ser agarrotado. Andando por la Gran Vía podía cruzarte con Gay Cooper o Hemingway porque todos venían a España para rodar coproducciones y vivir la vida loca de tablados y toreros, protegidos por un régimen que quería lavarse la cara fascista y llevarse bien con los americanos a los que había dejado montar las bases en Torrejón y Rota. La mayoría de la población vivía en la miseria y devoraba el cine de Hollywood mientras las estrellas se movían por Madrid a sus anchas. La reina de aquellas noches era Ava Garner, que encontró un país en el que hacer lo que le viniera en gana en el sentido más salvaje de la palabra y lo hizo sin mesura.
El relato es la búsqueda de la estrella por el protagonista, un estudiante de cinematografía, por los garitos glamurosos de Madrid, entre los reyes de la noche y la farándula mientras la barbarie de un régimen arcaico y brutal se ensañaba con los aborígenes recortaditos y relamidos. Da pena y vértigo pensar que muchos de esos personajes son un pasado muy olvidado, pero alegra que los haya reconstruido Vicent porque su prosa lo ha hecho carnalmente entre esas luces y sombras. No es una narración sobre Ava, el crítico teatral Marcos Ordoñez ya hizo esa recreación, es una narración de un sueño de belleza casi alcanzable en un mundo triste y gris.
Ava en la noche Manuel Vicent. Editorial Alfaguara. 171 pp.
Esta cita de la novela refleja para mí la capacidad del autor para condensar en retalles sensoriales, el olfato y el oído en este caso, momentos de la historia de España. Por eso es un maestro.
Si iba a ser director de cine, David debería saber que todas las estrellas usaban ya jabón Lux y no Heno de Pravia, cuyo perfume llevaba a los viejos aguamaniles de la abuela. En los televisores de tubo en blanco y negro cubiertos con una cortinilla y coronados con unas flores de plástico se anunciaban los primeros frigoríficos y se recomendaba a las amas de casa un detergente que después de lavar los platos dejaba las manos suaves para la caricia nocturna. El Seat 600 había dejado paso al Dauphine y este al Renault Dos Caballos, muy amado por los incipientes progresistas. Pero el sueño de David era tener un descapotable con un claxon que sonara con una musiquilla tatá taretá tatá, como lo hacía el de Vittorio Gassman en la película Il Sorpasso. Esa escapada era el símbolo de la modernidad. Huir, huir sin sentido alguno en medio de una ciudad vacía hasta caer en el acantilado. Cantaba Gloria Lasso la luna de miel y las parejas pegadas con un sudor de colonia Myrurgia bailaban los boleros de Nat King Cole y de los Cinco Latinos en el Elefante Blanco, en Micheleta, en Gayango, en la parrilla del Rex, y aquellas chicas de faldas tubulares se ponían muy tiernas e incluso se dejaban morrear cuando sonaba el saxo con la melodía de «Petite Fleur».

El libro que comentamos es en realidad la historia de la persecución de ese sueño increíble para cualquier español de la postguerra que era Ava Gardner, en ese mundo triste y gris que olía a berza. La verdadera historia de Ava Gardner en España es este libro del crítico de teatro de El País Marcos Ordoñez. Se ha dedicado a recoger todas las anécdotas de aquellos tiempos llenos de ellas y darles formato narrativo.
El libro produjo la reacción de uno de los cineastas más originales del cine español: Isaki Lacuesta. Realizó un documental que ilustraba ese libro con los personajes que quedaban vivos y retazos de películas de la actriz.

https://www.documaniatv.com/biografias/la-noche-que-no-acaba-ava-gardner-video
Para acabar, como no, una serie. La versión de Paco León de ese mundo loco, loco.
