Parece de acuerdo general que toda pérdida de un ser querido necesita una despedida. Que si no se realiza es acto doloroso nunca acabamos de digerir la ausencia correctamente. Si lo que se pierde no es un ser querido si no una forma de vida, una cultura y una tradición familiar, el proceso es más complejo. Noemí Sabugal es biznieta, nieta e hija de mineros y en su corta vida ha sido testigo de la desaparición de la minería del carbón en las cuencas de Asturias y León, así como en el resto de España. La base del desarrollo industrial de este país apareció y desapareció en apenas 150 años y con ella toda una cultura y una forma de vivir irrepetible. De repente no quedaban más que ruinas y ella sentía que aquello no había tenido la despedida que se merecía.
Este libro es ese adiós. En principio es lo que ella llama periodismo narrativo. Todo es verdad, pero la forma en que lo narra tiene mucho de novelesco. Gran parte de él son sus memorias de las cuencas mineras en las que se crio y a las que pertenecen varias generaciones de su familia. Pero, una vez acabada esa parte, el libro es un viaje por las diferentes cuencas mineras de España para contar, también, su historia y su final. Todo ello envuelto en un tono literario continuo que sabe sacar la belleza de unos paisajes bastante desoladores.
La realidad de las cuencas mineras en las que la necesidad de mano de obra constante hacía que las compañías mineras crearan pueblos de aluvión en los que todo dependía de la compañía y que los trabajadores y sus familias desarrollaran un espíritu comunitario equiparable a los pueblos más ancestrales. La peligrosidad y la dureza del trabajo hizo que los mineros amasaran un fuerte espíritu colectivo y reivindicativo que los convirtió en símbolo de una clase obrera que ya no existe como tal y una épica trágica que marca de forma indeleble a cada familia de ese colectivo.
Cuando se cerraron las últimas minas de carbón en Alemania, el presidente del país y todos los altos mandatarios estuvieron allí para despedirlas. El modelo energético ya no tenía sentido y todos lo aceptaron y agradecieron lo que los mineros y sus familias habían hecho por el desarrollo de la nación. Aquí los últimos estertores de la minería fueron una acumulación de chanchulleos para pillar fondos europeos y proyectos fallidos para recuperar las cuencas. El fruto de ese mal sabor de boca que deja una mala despedida es el germen de este libro. A cada lugar que va la autora encuentra historiadores y voluntarios para explicarle lo que fue aquello. Gente que no quiere que se pierda la memoria de aquellos lugares. Noemí Sabugal ha hecho lo que le pedía el corazón y las tripas. Lo que le debía a ese su mundo y el resultado ha sido hermoso.