PIERRE LAMAITRE Los Colores del incendio. Salalmandra. 432 p. 2019
Decía un crítico cuando concedieron el Goncourt a Pierre Lamaitre por el primer libro de esta trilogía, Nos vemos allí arriba, de la que éste es el segundo volumen, que ya era hora de se lo dieran un libro que se pudiera leer. El comentario tenía mala baba contra el tipo de obras que premia este especie de Planeta a la francesa y contra el planteamiento de este autor que se define como un escritor vivo del siglo XIX y tiene planteamientos narrativos próximos a Víctor Hugo o Balzac. Es una obra sin complicaciones narrativas sobre asuntos melodramáticos y con cierto sabor a final feliz en el que, de alguna manera, ganan los buenos.
Los que disfrutaron de su anterior y fascinante historia de picaresca en uno de los tiempos más lúgubres y de mayores injusticias sociales, humanitarias y económicas de Europa, los años inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial, no se sentirán decepcionados. Pero para no abandonar a sus lectores, en esta segunda parte rescata a un personaje secundario de Nos vemos allá arriba: Madeleine, la hija del banquero Marcel Péricourt.
Ambientada en la época de entreguerras, de 1927 y 1933, se trata de un período tormentoso, no sólo en Francia sino en toda Europa. La crisis del 29 llega a pasos agigantados y el seísmo toca todos los frentes de la Tercera República Francesa. Fraudes fiscales, evasión de capitales, corrupción moral de los ricos, intereses militares…Todo aparece y nos hace pensar en nuestro presente, pese a que el autor haya insistido en que no era su voluntad, sino la desesperante repetición de los mismos errores a lo largo de la historia.
¿Cuál es la novedad en este folletín de una historia de venganza, tramada pacientemente, con una mezcla de exquisitez y crueldad, en plena época del ascenso de los fascismos? La novedad es que la heroína es una joven inexperta, un personaje femenino sumamente vulnerable, en un tiempo en que a las mujeres no se les reservaba ningún tipo de puesto en las empresas, ni siquiera en las de carácter familiar. Madeleine Péricourt hereda un imperio bancario y es engañada, traicionada, arruinada, desclasada y marginada por los hombres que la rodeaban y debían protegerla. Pero Madeleine logrará levantarse y, con una mente fría y no poca habilidad e inteligencia, sabrá vengarse de los que la empujaron en su caída. Frente a ella, Lemaitre nos dibuja una galería de miserables, cínicos y trepadores realmente memorable que nos invitan a acompañarla en su batalla porque, en como todo buen folletín, son los malos los que hacen la victoria del bueno mucho más necesaria y esperada.
Como las grandes obras del género, el contexto social es fundamental: pensemos en los momentos históricos que reflejan Los miserables (la comuna) o El conde de Montecristo (el fin de Napoleón). Y, como en éstas, su descripción muestra las inquietudes sociales de los autores. En el caso de Lamaitre se fija en el auge del fascismo, que encandiló a muchos y por el que mostraban una «fascinación estética». Mientras los gobiernos burgueses trataban de calmar la bestia nazi con la mente puesta en no repetir la barbarie que acababan de sufrir. Todo devino en lo que devino.
Literariamente el autor nos lo cuenta con una prosa sumamente enérgica y llena de brío, con una trama adictiva repleta de sorpresas y no pocos toques de humor. Es decir, un folletín clásico y comprometido.