La industria literaria inglesa tiene querencia a los golpes de marketing. Por eso no es de extrañar que hayan definido a Sally Rooney como la nueva novelista milenial. A los 27 años, con dos novelas a sus espaldas –Conversaciones entre amigos (Random House) y serie en producción y ésta(finalista del Booker Prize 2018)- se ha erigido en poco tiempo en la voz de la nueva Irlanda, en la cresta de la ola de la así llamada generación post-crash. Cualquiera diría que los cambios sociales y la crisis económica han servido de acicate no solo a la literatura, también a la música, el teatro y el cine irlandeses, en un boom cultural que nos recuerda de lejos al experimentado en España en los albores de la Transición. A todo esto se une esa sensación de grandes cambios que está en el aire y que se refleja en la ficción que se está escribiendo en los últimos años, muy pegada a la realidad
Otro hecho distintivo de la nueva generación literaria es que ninguno parece sentir la tentación de buscar un escenario mayor, como en tiempos James Joyce u Oscar Wilde: no es que Dublín les apasione de un modo especial, pero tiene todo lo que se le puede pedir una gran ciudad, y más viniendo de un pueblo enano. Sin embargo, la educación de Sally Rooney está más bien cimentada en la literatura americana, su especialidad a su paso por el Trinity College. Reconoce a Hemingway y Fitzgerald como tempranas influencias, y se confiesa admiradora de Henry James. Pese a que los magos del márketing le han colgado la vitola de «la Salinger de la generación Snapchat», no admite una querencia especial por el autor de El guardián entre el centeno ni por las redes sociales.
La novela muestra a dos jóvenes incapaces de gestionar el primer amor, dominados por el miedo a sus propios sentimientos y que recelan de abandonar su coraza y mostrarse como son, porque temen ser rechazados. Gente normal es también una novela de formación: acompaña a los protagonistas en su camino hacia la adultez, los sigue en su formación, en sus errores y aciertos y en las decisiones sobre cosas menores que a esa edad resultan trascendentales. Marianne y Connell son dos tarados, son complicados y arrastran diferentes traumas como la diferencia de clase, que planea sobre la novela de manera sutil, que es la manera en la que Rooney trata los asuntos, casi como sin hacerlo, dejando solo algunas pistas para quien quiera ir tras ellas.
Transcurre en Irlanda pero el paisaje de sus novelas no es gris, ni verde, ni húmedo, ni encapotado, ni de piedra vieja o ladrillo rojo. Es el paisaje psicológico de sus personajes, que lo dominan todo. Y que gira y gira en torno a los diálogos, empotrados como parte indisoluble del texto en el que las conversaciones son el hilo conductor de la historia.
La autora luce un ojo entrenado para las sutilezas sociales, una ingeniería hábil que respeta la propia historia y sus personajes y que, pese a lo que los marketing editoriales busquen, no tiene, en mi opinión, ambición de escribir epopeyas con simbolismo generacional.