El 7 de enero de 2015 dos hermanos, Said y Cherif Kouachi, entraron en la redacción del semanario satírico Charlie Ebdho armados con rifles de asalto y al grito de ‘Alá es grande” masacraron a la redacción allí reunida. El resultado fueron 12 personas muertas y 11 heridas de gravedad. En aquellos momentos la revista no pasaba de los 60.000 ejemplares, había sufrido numerosos atentados y era odiada por todo el espectro político y religioso. La siguiente entrega de la publicación vendió millones de ejemplares y las calles de Francia se llenaron de carteles que decían: “yo soy Charlie” Esos son los hechos. Pero en este libro ocupan un capítulo. Lo mismo, más o menos, que la narración del día y los momentos anteriores al atentado. El resto es el viaje de reconstrucción del autor después del atentado.
Philip Laçon (1963 Vanves) era en aquel momento periodista cultural del diario Liberation y colaborador habitual de la revista. Tenía tras de sí una larga carrera de reportero por todo el mundo, principalmente Iberoamérica y los países árabes. En unas semanas se iba Princeton para impartir unos cursos y organizar una vida en común con su novia. En tres minutos su vida se fue al garete. Un disparo hizo añicos la parte inferior de su rostro dejando su rostro cubierto de sangre, lo que le salvo la vida pues los terroristas lo dieron por muerto. Allí quedó entre los cuerpos y los sesos de sus compañeros y de allí partió para un viaje de reconstrucción física y psicológica del que nació este libro de 500 páginas.
Comienza con el día anterior al atentado y acaba el día que ya medio recuperado escucha en Nueva York la noticia de otro atentado en la sala Bataclan. Pero no es un libro sobre ese atentado o los siguientes. Es irónico que el comité de redacción estuviera discutiendo sobre Sumisión, la novela de Michel Houllebecq sobre un hipotético gobierno musulmán en Francia cuando todo ocurrió y que, sin embargo, no haya mayor alusión al islamismo que las pesadillas del autor con sus asaltantes.
Si Houllebecq en dicha obra lanzaba una mirada especulativa y panorámica hacia un porvenir marcado por la irrupción del Islam, Philippe Lançon, víctima real de un atentado islamista, se repliega sobre sí mismo, sin rencor, para realizar un recorrido fisiológico por la carne desgarrada y lentamente reconstruida, al tiempo que emprende un viaje metafísico por su biografía, sin salir de unas habitaciones de hospital.
Laçon cuenta algunas de las veinte operaciones que ha sufrido para reconstruir el tercio inferior de su rostro, en la que le acabaron implantado parte de su peroné para poder reconstruirle la mandíbula de manera pormenorizada para contarnos metafóricamente su reconstrucción anímica. Vigilado por dos policías y de hospital en hospital escuchamos una voz que parece no estar afectada por lo que le ha ocurrido, pero los detalles de su día a día nos van mostrando como ha cambiado. Como ya ha dejado de ser la misma persona. Cómo alguien acostumbrado a la vida social se convierte en un ermitaño por culpa del miedo y la discapacidad.
El libro podría haberse titulado La membrana, que es la traducción médica de Le lambeau, el título francés de la novela, pero faltaría entonces ese otro significado implícito de “despojo”, “piltrafa”, “persona hecha pedazos”. Convertir eso en literatura es su logro.
