464 pp. 11,40 Euros Tapa blanda 7,59 Euros Kindle
El título del libro procede de una cita bíblica: “De otros no ha quedado recuerdo, desaparecieron como si no hubieran existido, pasaron cual si a ser no llegaran, así como sus hijos después de ellos” que trata retratar a los protagonistas de esta novela: seres que están condenados a pasar por la vida sin dejar huella. Pero el título se centra en los hijos de esos personajes inexistentes, que se resisten a acabar como sus padres pese a que todo les condena a ello.
El protagonista principal, aunque no único, es Anthony, que cuando comienza la novela ha cumplido 14 años y se enfrenta a un verano adolescente en el que sobra el tiempo y faltan las alternativas. Todo en su vida, desde las gafas de sol hasta la toalla, es de mercadillo y su cuerpo está al mismo nivel. Sólo le queda irse a la parte del lago en el que los hermosos toman el sol para ver si les hacen caso. La novela narra su evolución a lo largo de cuatro veranos: 1992, 1994, 1996 y 1998. Pero lo que la hace interesante no es la ya tan tratada adolescencia incomprendida, sino la habilidad con que describe el paisaje en que ésta tiene lugar.
La parte norte de Francia fue la sede de multitud de altos hornos que permitían unas condiciones económicas decentes a los obreros y desarrollaron una conciencia de clase que se fue al garete con la desindustrialización de la zona. La generación del padre del protagonista se encontró, de repente, sin trabajo y sin expectativas. Una indemnización interesante pero no suficiente que había de compensar con trabajos de supervivencia y un horizonte gris. El resultado es el alcoholismo y la violencia contra la familia y hacia los emigrantes a los que acusaban de haberse quedado con su trabajo.
En esta atmósfera crece Anthony que se niega a asumir la desesperanza que le plantea la vida de su padre o de su madre: televisión y futbol; alcohol o antidepresivos. Entre tanta grisura, Anthony se enamora, o mejor, desea con exaltación a Steph, una joven de la burguesía provinciana que le desprecia y le busca alternativamente. Justo antes de la explosión de las redes sociales en tiempos de motocicletas, música de Nirvana, coches de choque, fábricas abandonadas donde se trapichea con drogas y con sexo y barriadas marginales. Todo esto, que puede resultar tópico se enriquece con la vida de Hacine, un joven de familia emigrante con el que protagonista establece una especie de lucha por el escaso éxito que les propone ese mundo.
¿Cómo sobrevivir en plena adolescencia en una ciudad con el desencanto y pocas alternativas como único horizonte? Steph y los privilegiados escaparán a París y a otras ciudades universitarias. Mientras, la desmotivación marcará el porvenir de Anthony y su entorno. Les quedan las motos, las peleas, el instinto sexual y el alcohol.
Sus hijos después de ellos es, por un lado, una novela de aprendizaje, el retrato de unos jóvenes, oscilando entre el deseo sexual y la frustración existencial, entre las ganas de largarse y el lastre agobiante del presente. Pero su alcance, por encima de todo, es social. Un fresco sociológico de la decadencia industrial de la Francia de la periferia. Pero, a pesar de lo que pueda parecer, no se pretende dar una lección teórica, porque la novela es pura narración, y de una fluidez extraordinaria. El sexo es crudo, sincero y descarnado, el desarrollo de la trama vibrante y los diálogos pegados al habla de la calle. Todo adquiere un aire de poesía cotidiana en la que las pequeñas tragedias de los personajes se contraponen con momentos de euforia, como mundial de fútbol de 1998.
La novela de Nicolas Mathie (1978) fue ganadora del premio Goncourt, el año pasado.
