Leonardo Padura Como polvo en el viento. Tusquets 669 pp.
La palabra diáspora está siempre identificada con el pueblo judío y, a diferencia de exilio o emigración, tiene un matiz cultural. La diáspora es la diseminación de una cultura por el mundo, como le ocurrió al pueblo judío. El caso cubano es uno de los que hay acuerdo en hablar de diáspora. Allí donde fueron en bloque se convirtieron en una sociedad que vivía y se comportaba como cubanos fuera de su país. De ahí que Miami tenga un barrio que se llama la pequeña Habana y haya una ciudad de USA, Hialeah, donde uno vive en cubano, donde todos, desde el alcalde a jefe de bomberos son cubanos y se comportan como tales.
Este novelón de Leonardo Padura, que deja de lado al policía que lo ha hecho internacionalmente famoso, Mario Conde, es la novela de la diáspora cubana que empezó a producirse a partir de 1950, cuando Fidel llega al poder y tuvo sus etapas posteriores en 1980 con los Marielitos y en los 90 con los Balseros y que sigue con el goteo permanente de gente que abandona el país en el que ha perdido la esperanza.
Los doce personajes centrales forman parte de una élite, hijos de los altos cargos del régimen, tienen títulos universitarios y ejercen cómodamente de lo que han estudiado, pero la caída de Muro de Berlín y del apoyo soviético los lanza al llamado ‘periodo especial’ en el que la única ambición es comer cada día. Ante la hecatombe cada uno elige salir o quedarse pero ninguno olvida sus momentos de felicidad juntos y los vínculos que ello creó. Cada uno se va por diferentes razones, en diferentes sitios y cada uno tiene un carácter totalmente diferente. Por lo tanto, sus devenires son francamente diversos.
La novela recorre sus vidas a partir de una fiesta de cumpleaños en 1990 y su dispersión por todo el mundo buscando lo que su país no les puede dar. Con magnífica destreza va describiendo los protagonistas y sus vidas, a la vez que los entrelaza para crear este tupido fresco de cubanos expatriados pero increíblemente orgullosos de su cubanidad. De la novela yo destacaría la fluidez con que nos describe los personajes y sus avatares, así como los lugares por los que deambulan. Criticaría su discurvisidad, pero eso sería como criticar su cubanidad, y su necesidad de buscar una justificación final a un incidente que vertebra toda la historia, pero que en mi opinión es mucho menos importante que las elecciones y los afectos de los protagonistas.