REZA, Yasmina, Felices los felices, Anagrama, Barcelona, 2014-10-20
Para hablar de Yasmina Reza uno no puede evitar hacer referencia a su familia: padre y madre artistas judíos, ruso iraní uno y húngara la otra. Se conocieron en Paris y allí vivieron toda su vida, pese a los oscuros tiempos que les tocó sufrir. Fruto de esa relación nació una hija que creció dentro de la flor y nata de la intelectualidad francesa y que no podía ser otra cosa que cosmopolita e independiente. Y que no iba a ser fácil de encasillar, podemos añadir. Que triunfara en mundo tan especial como el del teatro con una obra que es dramáticamente poco rompedora no deja de ser sorprendente. Pero lo que choca más es la originalidad de sus planteamientos argumentales. Contadas, sus obras se pueden describir como tragicomedias burguesas contemporáneas trufadas de dilemas filosóficos y escritas con elegancia y aparente levedad, lo que las hace sorprendentemente eficaces e inquietantes.
Se licenció en teatro y filosofía en Naterre, la universidad más progresista de su época,(ella que le ha escrito una biografía de Sarkozy) y después de probar como actriz se dedicó a escribir para los escenarios. Sus estrenos se cuentan por éxitos y premios pero también ha practicado la narración y esta obra que reseño es parte de ella. Pese a ser obras muy francesas que presentan a personajes muy de ese país y ambientes que es difícil encontrar en otro sitio que no sea allí, ha conseguido esa magia que consiste en convertir en universal aquello que parece tremendamente local.
Esta narración recorre con capítulos breves momentos cruciales de 18 personajes cuya vinculación sólo descubrimos en la parte final. Todos pertenecen a la alta burguesía francesa y gran parte de ellos se encuentran en la etapa final de sus vidas. Todas las parejas están casadas o separadas y la muerte planea sobre varios de ellos. De ahí el título tomado de unos versos de Borges. Cuando se acerca la hora final uno se plantea si ha sido feliz y si sus apuestas vitales han merecido la pena.
La respuesta es evidentemente negativa. La pareja y también la familia (abuelos, padres, hijos) salen muy mal parados. Una sociedad en la que el conseguir un amor para siempre en forma de pareja estable es el gran objetivo y el símbolo de la felicidad está abocado al fracaso y la consciencia de ello vuelve desdichada a mucha gente. Pero no estamos ante un panfleto crítico con esas instituciones sino ante un muestrario de escenas e historias de fuerte intensidad, pese a su brevedad o a su inserción en la apariencia irrelevante día a día, en las que la risa se mezcla con la tragedia. A eso añade su capacidad para mostrar la bestia oculta bajo el barniz de la civilización, que aparece al menor conflicto, pero lográndolo sin ninguna impostación, en eso que los críticos llaman momentos-valle en los que el silencio es mucho más revelador, y en este caso desolador, que cualquier explosión. Sigue siendo brillante e inclasificable.
Luis Ángel Adán León