Empecemos por aclarar que no es una gran novela criminal. En la línea de narración procedimental, en la que la trama sigue la investigación de un crimen desde el punto de vista de la policía, una antigua periodista reciclada en inspectora de policía (es una variante de la que no recuerdo otro ejemplo) tiene que investigar el asesinato del director del periódico en el que trabajó. El personaje se las trae y su muerte, así como su trayectoria, también. Del mismo modo, todo es una excusa para homenajear los perdedores de la batalla por la dignidad del periodismo.
2008, una crisis global que hundió la economía española. Los periódicos tradicionales llevaban ya mucho tiempo con problemas financieros y no tienen ni idea de cómo enfrentarse al cambio de paradigma hacia lo digital. Aprovechando esa situación real, los grandes periódicos tradicionales despiden de golpe a los periodistas que más cobraban. Los seniors, las grandes firmas. Casualmente eran periodistas formados en la cultura del periodismo combativo, respondones que se encontraron en la calle cuando aun tenían mucho por contar. En El país fue Cebrián quien saco el machete. En La Vanguardia fue José Antich, que es el trasunto del muerto de esta novela.
El personaje principal cumple todos rasgos del género y del periodista clásico de otros tiempos. Y su investigación nos va mostrando todos los lados oscuros de aquella época y de ésta. Cómo se compran y se venden periodistas y todo tipo de personas y cómo suelen perder siempre los mismos. Geográficamente está centrada en el barrio del Raval de Barcelona y el argumento le permite repasar algunas de sus historias y personajes más míticos: como el noi del sucre o Ángel Pestaña.
Aunque no satisfará a los amantes del género, a mí me ha interesado como recuerdo a un periodismo que ya no existe y de una Barcelona a la que parece barrer el turismo de masas. Hay un momento en el la protagonista fantasea con el hecho de que tendrán que contratar extras para que hagan de lo ha hecho a Barcelona especial: los anarcosindicalistas y el cosmopolitismo pobre.
Como nota personal sobre el autor me gusta contar que se negó a jubilarse y vive entre el Ampurdan y Paris haciendo los reportajes que le pide el cuerpo, que tratan siempre sobre los perdedores de todas las batallas. Espero que siga.