Si este libro tiene toda la pinta de ser un éxito editorial es porque algo ha cambiado radicalmente con respecto a este grupo social: no sólo no se avergüenzan de serlo si no que presumen de ello. Antes eran una minoría a la que nadie quería pertenecer. Ahora tienen su hueco en programas de máxima audiencia. Como suele ocurrir con términos demasiado manidos, no hay una buena definición que no sea relativa. Depende del contexto y de la época y a eso se dedica el libro a analizar su historia y su realidad.
Raquel Peláez, que lleva años trabajando en revistas especializadas en construir ese imaginario aspiracional: una década en Vanity Fair y actualmente es subdirectora de la revista S Moda, de El País. Repasa los hitos y nombres propios que han moldeado las aspiraciones de glamour de un país. Desde Eugenia de Montijo, la primera española en tener un Luisvi y ser una proto-influencer, a los cayetanos y su reciente cayeborroka, pasando por Alfonso XIII, los pacoaristócratas del franquismo, los yeyés, la izquierda divina, Marbella, la beautiful people o los pijilocos.
El libro no se adhiere al cliché del que pijo es de derechas o el pijo es rico, porque pijo son muchas más cosas, como lo demuestra que ha habido pijos de izquierda, con y sin dinero. Donde reside ahora la diferencia es en el acceso a ciertos círculos, a ciertos ambientes, a ciertos lugares y el orgullo de no ser pobre, ni siquiera ser clase media. El libro se iba a titular “la clase ociosa” porque uno de sus símbolos más permanentes es el dominio del tiempo, saber que tienes el tiempo de otra manera que los demás. No es casual que uno de sus símbolos sean los relojes de alta gama.
El libro termina con entrevistas a pijos vivos (sin nombre) de los que tienen 90 hasta los de treinta que nos narran sus vidas y lugares: monterías, Feria de Abril, colegios en Suiza. No se puede negar que la inocencia con que narran sus privilegios llegar a dar cierta ternura pero sólo una poca.