Hay muchas cosas que representan a un pueblo en verano, pero pocas tienen la potencia dramática de una verbena de Agosto en un pueblo al que la gente vuelve por vacaciones, que suelen coincidir con las fiestas patronales. Añadamos que quien las ha visto puede afirmar que Taylor Swift no tiene nada que hacer una orquesta de pueblo en las fiestas patronales de un pueblo en Galicia.
Pero, además de su potencia musical, tienen un valor simbólico muy poco aprovechado en la literatura. Miqui Otero, que hasta ahora era un narrador exclusivo de Barcelona, ha regresado a la aldea gallega de sus padres, para esta novela coral y teatral. Durante una noche, la gran noche de fiestas, diez personajes que representan toda la historia del pueblo, desde la Guerra Civil hasta la actualidad, se mueven durante la actuación de la orquesta para contarnos sus vidas y la del pueblo.
En una noche de Agosto que, como siempre en Galicia, parece invernal, la música sirve de hilo conductor, casi de narrador, de una historia colectiva. Esa música, que como es tradición, empieza con un pasodoble y acaba con los éxitos del momento en la que no falta la música caribeña es una tierra común que se repite todos los veranos con ligeras variaciones. Del mismo modo se repiten las mismas actitudes de hombres que no bailan y se agarran a los vasos de tubo mientras miran a las mujeres y los jóvenes bailan. De las abuelas que van para vigilar a los niños. De los viejos refunfuñones que de todo se quejan y para los que la mejor orquesta es siempre la del año pasado. Emigrantes y terratenientes. Madres solteras y madres a punto de parir. Todo se mueve llevado por las letras de canciones que todos conocemos y que aparecen integradas en las historias y los diálogos de los personajes.
Un brillante ejercicio narrativo lleno de ternura popular, alejada de la melancolía pero lleno de sentimiento.