El mundo del postcast está tan ebullición que cuesta ser alguien sino tienes uno. Como uno no puede vivir sin estar al día acabé escuchando uno muy recomendable protagonizado por Isabel Claderón y Lucía Lijtmaier Deforme semanal. Dos mujeres totalmente diferentes en un programa culto y tremendamente divertido. Allí descubrí que la intelectual de las dos acababa de publicar una novela que iba muy bien. La novela no tiene nada que ver con el despiporre del potcast pero es muy buena.
Consigue, una tarea nada fácil, contar dos historias de dos mundos muy alejados en el tiempo y en el espacio y engancharnos: la de una treintañera que tras una relación fallida huye de Barcelona a Madrid y la de una viuda inglesa que emigró de Londres a Nueva Inglaterra, donde logró convertirse en hacendada y diseñar la estructura de lo que ahora es Brooklyn. Aparentemente, la historia de la colonizadora se nos hace más atractiva pero, según va avanzando el libro, la de la treintañera sin nombre se va mezclando con la realidad española e ilumina la otra.
La venganza, el exilio y la condición femenina son temas comunes a las dos historias que consiguen seducirnos pese a la aparentemente deprimente atmósfera en la que se desarrollan: un Madrid en la mitad del ferragosto visto desde la caja de cristal de un edificio de oficinas o la comunidad puritana de Salem, que no serían dos sitios a los que nos iríamos, y menos de la mano de una abandonada y una viuda sin fortuna. Pero el equilibrio entre ambas soledades consigue que avancemos con ellas en sus desilusiones hacia una venganza más que merecida.
El título tiene dos vertientes, por un lado es el instrumento que se utiliza para cicatrizar las heridas por medio del fuego. En clara referencia al viaje espiritual que viven las dos protagonistas. Pero por otro, es la herramienta que utiliza Deborah Moody para trazar las calles de la colonia que funda y ser convertirá en Brooklin. Además es una hermosa palabra.
LUCÍA LIJTMAIER Cauterio. Editorial Anagrama (2022) 222pp.