Empiezo por reconocer que en mi opinión es una novela fallida. Pero, a la vez, creo que es una novela necesaria y cuyos planteamientos temáticos son imprescindibles para el país vasco y para España.
Después de demasiados años de sufrimiento, ETA dejó las armas. Sin haber logrado nada y reconociendo, de la forma aviesa y torticera, que habían perdido y llenado el País Vasco de tristeza y miseria moral. Han pasado los años. Uno puede ir a San Sebastián a comer pinchos y gozar de la playa sin que le pasen por encima los cocteles molotov ni las balas de goma. La economía vasca va relativamente bien. Cientos de etarras siguen en las cárceles y cientos de cadáveres en los cementerios. Pero alguien que venga de fuera no podrá pensar nunca la barbarie que allí se vivió. El planteamiento de la novela de Jon Sistiaga es la de que hay gente que quiere y piensa que debe expiar las barbaridades que cometieron pero que hay otros que instigaron la barbarie y viven cómodamente y no tiene ninguna intención de reconocer lo que hicieron. También hay parte del aparato del estado por reconocer las atrocidades que se cometieron durante la lucha antiterrorista, con torturas generalizadas y errores que se llevaron inocentes y culpables por delante.
La expiación de aquellos tiempos de locura violenta es el origen de este relato. Un etarra que nunca fue a la cárcel y que ahora vive cómodamente decide confesar, pero su confesión va a descubrir a otros que también viven cómodamente y no están por labor. Además, le pide al policía que lo torturó que él también confiese. La tragedia está servida. Cada persona que haya estado atento a lo que pasaba en aquellas tierras va a reconocer personajes tipo de aquel mundo: el cura que protege etarras, el policía que se extralimitó en sus labores, el intelectual que nunca se manchaba las manos de sangre pero alentaba a los jóvenes a matar por la causa, el empresario, mucho más vasco que sus asesinos, que se enfrentó a la banda y acabó en una cuneta
Así dicho la historia promete pero el resultado no me acaba de convencer por razones literarias más que ideológicas. De todos modos lo recomiendo fervientemente porque Jon Sistiaga tiene todo el bagaje humano y periodístico necesario para esta tarea tan desasosegante y al sumergirse en ella nos arrastra con él, que es un magnífico sherpa.