Convertirse en una figura icónica del mundo cultural de Nueva York no es una tontería. Fran Lebowitz lo consiguió ya hace muchos años. La personalidad arrolladora de esta mujer de ingenio veloz, y de inteligencia indómita y divertidísima es parte del paisaje de la ciudad. Tal es así que Martin Scorsese le dedicó un documental, Public Speaking, en el que se dedicaba a hacer aquello por lo que la castigaban de niña y por lo que ahora le pagan y le aplauden: hablar. Tusquest publicó en España una traducción de su obra sin demasiado éxito en los 80. Pero Neflix, como no, la ha vuelto a relanzarla al estrenar un documental, también dirigido por Scorsese sobre su relación con Nueva York.
Tirando de ese éxito Tusquets ha reeditado sus dos títulos Vida metropolitana y Ciencias sociales reunidos en el volumen Un día cualquiera en Nueva York. Llegó a Nueva York a los finales de los sesenta expulsada de varios colegios y se ganó la vida como pudo hasta que empezó a colaborar en revistas, llegando a publicar en Interview, la revista de Andy Wharhol y en Mademoiselle, donde trabajó Sylvia Plath. Hasta llegar a convertirse en firma de lujo. Tan de lujo que no ha vuelto a publicar nada desde entonces. Ha sido amiga, entre otros muchos nombres famosos, del problemático músico de jazz Charles Mingus y de la escritora Toni Morrison, frecuentó la mítica discoteca Studio 54 y fue asidua a los conciertos del grupo New York Dolls y se dedica a andar por su ciudad y contar lo que ve.
Su forma de escribir es parecida a la de hablar. Cortante, sardónica y descarna. No hay espacio ni tiempo para sentimentalismos, sólo para ver la gracia de la forma tan poco cuerda en que nos comportamos, eso sí, sin moralismos. Vive fundamentalmente de dar charlas en las que le preguntan sobre miles de cosas y da su opinión sin parar. No es de extrañar que su frase de cabecera sea: Piensa antes de hablar. Lee antes de pensar.