La isla del padre, Fernando Marías. Seix Barral.(Premio Biblioteca Breve) Barcelona 2015.
Este ha sido otro libro imprescindible del año pasado. La confirmación desde el lado personal de un autor, al que incluyo en el grupo al que suelo calificar como profesionales. Uno que ha ganado la mayoría de los premios importantes: Nadal, Ateneo de Sevilla, Primavera, Nacional de literatura juvenil, que más que tener un mundo propio se ha sumergido en muchos mundos. Con éste libro ha ganado el premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral con una apuesta por lo íntimamente personal: la recuperación de la historia del padre recién muerto que no tiene nada de novedoso pero que en sus manos adquiere momentos realmente hermosos.
Tras una operación grave que permite al padre sobrevivir cuatro años en franca decadencia se desata en el narrador la necesidad de saber más acerca de él. La muerte definitiva es el detonante de la redacción de este libro que se dedica a formular preguntas sobre ese hombre, ausente durante el desarrollo personal del narrador. Marías va escribiendo mientras que el mundo familiar se desmorona y acaba por desaparecer con la venta de la casa familiar en la que escribe las últimas líneas.
La relación del padre con su primogénito se basa en un concepto fundamental: “el miedo mutuo”. El joven vive en un paraíso femenino gobernado por su madre y su abuela y, de repente, aparece un señor que le dicen que es su padre. El egoísmo innato del menor siente que ese señor ha destrozado su Arcadia particular y la vida errante del mayor busca amor que no logra encontrar en ese niño que lo siente como extraño. El libro es la narración de la construcción de esa relación a base de los momentos míticos de la pareja.
Cuando el padre sale de esa operación que finalmente le llevara a la decrepitud y a la muerte queda con el hijo en subir al monte más familiar de Bilbao: el Pagasarri. Las ascensiones domingueras del padre y los hijos cuando sus viajes se lo permitían son el parte del proceso comprensión y cariño entre los dos protagonistas. Cada curva de la ascensión incluye un pasaje en el conocimiento del padre. Y, a la vez, desata nuevas preguntas que nunca pudo contestarle como aquella de por qué nunca fue tan feliz como cuando era un maleante en Buenos Aires.
El libro se compone de pequeños retazos de tres o cuatro páginas en los que se van mezclando la biografía que va descubriendo de su padre: la juventud junto a sus dos hermanos en medio de la guerra civil en el lado republicano; la post-guerra como mecánico; la vida como maquinista en la marina mercante; la jubilación y la lucha contra la decrepitud. Pero cada etapa se contrapone con la incomprensión del hijo que huye de Bilbao para labrase la vida como director de cine y acabar como novelista. Al que el padre da siempre comprensión y apoyo. Ni una sola recriminación e incluso el apoyo económico en los momentos más oscuros: el alcoholismo. Durante la lectura hay ocasiones en que la prosa se hace demasiado densa pero sabe abstraer la esencia de la relación y plasmarla en hermosos momentos poéticos.
Luis Ángel Adán León