He leído este libro un poco desilusionado porque esperaba una detallada historia de la increíble historia de cómo todos los poderes del estado se conchabaron para que no salieran a la luz las danzas del rey dimisionario. Pero la culpa ha sido mía, no recordaba quien lo había escrito. Es un caso de periodista implacable y meticuloso que nada tiene que ver con esos libros de descubrimiento de escándalos. Es un libro meticuloso y riguroso porque el autor cree que la meticulosidad es lo que hace que las denuncias no sean una acumulación de desmentidos.
El libro es la narración del meollo de la caída. El descubrimiento por parte de un fiscal anti-corrupción suizo ( parece una ironía) y la caída más famosa de la historia reciente de España, la de un rey cazando elefantes en África con su amante. El fiscal descubre que ha habido una donación ilegal de cien millones de dólares por parte de un reino árabe al rey de España, que lo ha guardado en una cuenta suiza. El dimisionario se rompe la cadera y decide romper con su amante germánica. Pero, en el ínterin, el rey le había traspasado los fondos a la germana para evitar escándalos. Claro, al encontrarse abandonada se le olvida devolver los fondos y le mandan al jefe del CESIC y Villarejo para convencerla. Luego Villarejo cae en desgracia y tira de la manta que cubría las vergüenzas del dimisionario. Y aquí estamos. Con Villarejo en la cárcel con todos sus enemigos grabados; el dimisionario huido en el Golfo Pérsico; y la germana en Londres presumiendo de que era embajadora de España y con causa pendiente en Suiza.
El libro narra la historia con la tozudez del investigador serio, a veces uno se pierde entre demandas y contra demandas, comisiones rogatorias y terminología legal. Pero es maravilloso que sea la ley la que coloque a cada quien en su lugar. Pese a que todos seamos conscientes de que no todos somos iguales ante ella, Urdangarín fue al trullo y me gustaría ver qué pasa si el dimisionario huido vuelve por estos lares.
Por terminar, Ekaizer salió de El País, donde era uno de los capitostes y trabaja para medios que si destapan escándalos reales, no como Cebrián. Afortunados somos.