Este libro tiene su origen en el fallecimiento de la madre del autor que tuvo que sacar adelante a sus hijos en el tardo-franquismo y los comienzos de la democracia al quedarse viuda, cuando sólo estaba preparada para ejercer de ama de casa acomodada. Aquello se convirtió en una carrera de obstáculos continua que logró terminar y él homenajea de forma indirecta con sus memorias. Ese homenaje lo hace desde los ojos de un hijo para el que todo parecía que si iba a ser una carrera de obstáculos, la escritor, y, de repente, se encontró que los obstáculos habían desparecido y todo discurrió de forma natural. Vive de la escritura, lleva publicados 24 libros y a los 63 años es una figura consagrada del panorama literario español.
Vivió en Logroño hasta los 9 años, en una especie de paraíso minúsculo, en el que su padre era un oficial del ejército proveniente de una familia de abolengo sin demasiado dinero y su madre de una familia carlista. De allí se traslada a Zaragoza, donde pasa su adolescencia (uno es de donde hace la secundaria). Allí pierde al padre y estudia en la universidad. Finalmente se traslada a Barcelona donde vive desde entonces. Cuando empieza a madurar la democracia ya está establecida, son los de la generación anterior los que corrieron delante de los grises. Por lo tanto su vida tiene pocos sobresaltos. Simplemente conocer escritores y gente de la cultura y dejarse llevar por sus intereses, que le han dirigido últimamente a escribir sobre la post-guerra, aunque la novela que le hizo más famosa fuera Carreteras Secundarias que ocurre en los 70.
Así contado, ni siquiera se ensaña con anécdotas sobre escritores que siempre han dado para mucho, parecería un libro soso pero no lo es. Su prosa sin demasiados aspavientos te va atrapando y te envuelve su retranca tan aragonesa. Así como su fidelidad y cariño hacia sus amigos. Podía ser una especie de, que listo soy y que bien lo hago, pero no lo es. Es una lucha contra el olvido que todos sabemos perdida pero que merece la pena luchar.