En 2000 Anagrama publicó un libro que fue un éxito. Era la obra de un periodista mítico, entre los míticos periodistas americanos: Joseph Mitchell. Acostumbraba a publicar largos reportajes sobre personajes e historias de Nueva York. Uno de esos personajes era Joe Gould. Educado en Harvard y de familia adinerada, vivía como un vagabundo por las calles de la Manhathan dedicado a recoger la historia oral de la gran ciudad. Como no tenía casa, su gran obra estaba esparcida en miles de libretas por toda la ciudad. El artículo lo convirtió en personaje mitológico, y todavía más a su legado, pues murió al poco tiempo. Su final animó a Mitchell a escribir un segunda parte sobre este legado y la suma de los dos artículos fue el libro, que se ha convertido en único para grandes escritores contemporáneos. Para hacer más extraordinaria esta obra. Mitchell entró en una crisis psicológica que le impidió publicar el resto de su vida. Iba religiosamente a su despacho cada día y allí se encerraba. Todos oían el tableteo de su máquina de escribir pero nada salió de allí hasta que se lo llevó un ataque al corazón.
Este libro que reseño es una recopilación de algunos de sus artículos en The New Yorker. Publicó varios volúmenes recopilatorios a lo largo de su vida. El más exitoso en su país apareció en español en 2017 La fabulosa taberna de Mcsorley. Ésta es otra de esas colecciones. Se compone seis relatos centrados en el puerto de Nueva York. No el actual puerto de Nueva York con sus impresionantes cargueros y millones de contenedores apilándose en Newark, a casi 40 kilómetros de la capital, sino el viejo puerto de Manhattan. El puerto donde llegaban los barcos de pescadores y se comercializaban las capturas conseguidas en el propio Hudson y la costa limítrofe, con aguas tan abundantes en moluscos y ostras que en tiempos pretéritos fueron alimento de los menos afortunados.
Las seis piezas, donde se conjugan con idéntica dosis recursos narrativos y ensayísticos, fueron escritas entre 1952 y 1959 y en cierta forma parecen presagiar lo que ocurriría pocos años más tarde. Las viejas instalaciones portuarias cantadas y contadas por Mitchell permanecieron en pie hasta los años 60, cuando fueron desmantelados el histórico Washington Market y el resto de edificios colindantes para construir edificios de oficinas y apartamentos.
Nos presenta un Nueva York de personajes inusuales. Un micro-mundo desaparecido, raramente artesanal y rural. El es detonante de la vida y las costumbres de los personajes que no tienen nada que ver con la bohemia, ni las finanzas con las que relacionamos la gran manzana. Restaurantes que vende el pescado recién llegado; pescadores de ostras; capitanes de barcos arrastreros; comunidades de negros en medio de los bosques de Staten Island; incluso los tres tipos de ratas con las que uno se puede encontrar en la isla.

The New Yorker es una revista estadounidense semanal que publica críticas, ensayos, reportajes de investigación y ficción. Aunque se concentra preferentemente en la vida social de Nueva York, The New Yorker tiene una amplia audiencia fuera de esta ciudad debido a la calidad de sus periodistas. Es cosmopolita, con un carácter urbano acentuado por su sección Talk of the Town, con sus comentarios refrescantes sobre la vida en Nueva York, la cultura popular y las excentricidades estadounidenses, y el seco ingenio de sus sketches y famosas viñetas. Dentro de la profesión periodística, The New Yorker disfruta de bastante reputación por tener los mejores equipos de editores y columnistas en la industria de las publicaciones.
The New Yorker se empezó a publicar el 21 de febrero de 1925. Empezó con una tirada semanal. Ahora, publica 47 veces al año, de las cuales, cinco son bisemanales. Fue fundada por Harold Ross, quien quería crear un humor sofisticado para la revista, lo que contrastaba con el humor de otras publicaciones como Judge, para la cual Ross había trabajado; para ello reclutó a la ácida plana mayor de la Mesa redonda del Algonquín. Junto a Raoul Fleishmann fundó la primera oficina en la 25 West 45th Street de Manhattan. Ross continuaría editando la publicación hasta su muerte en 1951. La primera portada de la revista fue ilustrada por Rea Irvin. El personaje llegó a convertirse en el símbolo de esta publicación y fue llamado «Eustace Tilley» por Corey Ford.
The New Yorker es una de las pocas revistas que cuenta en su plantilla con la figura de un verificador. Un verificador se encarga de analizar cada uno de los datos que serán publicados con el fin de no cometer errores o publicar informaciones falsas, asegurando así una información más fiable y de mayor calidad.
Wes Anderson es un adicto a esta publicación, cuyos fondos intentó comprar. De esa adoración nació esta película que utiliza otro periódico mítico para relatar la vida de esa publicación mítica. Joseph Mitchell es descrito en el personaje que interpreta Owen Wilson