Últimamente, por no sé qué extrañas circunstancias, en lugar de escritores devenidos en escritores de guiones cinematográficos, nos encontramos con guionistas y directores cinematográficos que, después de adquirir cierta fama en el mundo audiovisual, se lanzan a la escritura de novela. Probablemente tenga una explicación sociológica pero la realidad es que suelen ser obras bastante solventes y tienden hacia los mundos personales y familiares de los autores. Un campo más difícil de transcribir a la pantalla, donde hay muchos otros intereses y necesidades alrededor.
Fernando Navarro es un guionista de éxito, en el campo del thriller y el terror que se ha lanzado a la piscina de la narración literaria en un libro que reúne una serie de historias que tienen en común el paisaje semidesértico entre Almería y Granada y un lenguaje rico y jugoso de aires sureños. Lo primero que recuerda uno nada más leer el primer relato es a una película de western, incluso el protagonista se pasea por el pueblo con dos pistolas al cinto. Pero, a cada relato, se añaden nuevos matices: inmigración, brujería, odios atávicos, o bandolerismo, para acabar en un último relato, muchos más personal, dedicado al padre del narrador, que vivió las filmaciones del spagetti-western en Almería y quedó tocado para siempre esa fantasía americana y de la magia del cine.
Los relatos discurren milimétricamente narrados y bien resueltos y el lector se encuentra en un mundo conocido y desconocido al mismo tiempo. No son relatos tipo Puertourraco, aunque bien podrían serlo; no son versiones narradas del Romancero Gitano de Lorca, aunque hay guardia civiles y Camborios en más de uno; no son western clásicos pero todo nos hacen pensar en ellos; y es la suma de todos esos perfumes y paisajes lo que los hace interesantes y brillantes.