La literatura con mayúsculas huye del buen rollo. Las historias felices son difíciles de digerir. Una historia no puede acabar bien con los amantes besándose al atardecer. Todos ponemos cara de incredulidad y gesticulamos contra lo imposible. Sin embargo, Nick Horby ha sido capaz de superar esa máxima desde hace mucho tiempo. Ha conseguido algo parecido a las comedias de Frank Capra, donde todo el mundo sabía que la historia iba a acabar bien, pero se dejaba llevar. En el cine es fácil, pero en la literatura? Si quieres finales felices te compras un best-seller pero eso no es literatura seria.
Pues Nick Horby lo consigue. Probablemente porque sabe tocar las teclas que llegan al corazón de los maduritos: las claves de la cultura popular inglesa: el futbol y la música. No todas sus novelas se centran en esos temas, pero están presentes en todas. Cada vez que uno lee una novela suya piensa en los grandes éxitos de taquilla inglesa que han convertido en éxitos internacionales: Cuatro bodas y un funeral o Love actually. Cercanía y situaciones personales nada convencionales que desembocan en finales felices más o menos poco convencionales.
En este caso la historia de amor, porque siempre son historias de amor, explota entre un joven negro de veinte años y una profesora de la edad de su madre, 42, en los prolegómenos y la conclusión de Brexit. Ella está divorciada de un marido alcohólico y él mal vive de pequeños trabajos como entrenador de fútbol de niños y carnicero, soñando con un éxito musical que le saque de ese agujero. La evolución de su relación en un mundo cambiante lleno de trampas y de mal entendidos es encantadora que es, quizás, la mejor palabra para describir todas sus historias. No pretendamos entender la sociología del Brexit, pero es verdad que la forma nada violenta de plantearlo, en el que los negros jamaicanos son pro y los ingleses de clase media son anti, ayuda a desdramatizar y el resultado es, como siempre dulce y suave.