176pp. ebook 8.99 Tapa dura 19.50
Con un poco retraso llego a este libro maravilloso ligado indefectiblemente a La Rioja, pero mucho más a la magia de la infancia rural sin tiempo ni geografías. Ana María Matute vino a Mansilla de la Sierra de niña por causa de problemas de salud y nunca se pudo olvidar de lo que aquello supuso para ella. Once años después, ya con un hijo pequeño, decidió volver a su patria sentimental. Fruto de esa experiencia es este libro.
El pueblo que le marcó ya no existía como tal, había sido cubierto por un pantano y reconstruido ladera arriba. Para rescatarlo de las aguas escribió estas estampas en las que mezcla aquel idílico mundo con lo que va viviendo con su hijo por los montes de esa Sierra. La magia que envuelve el pueblo de su infancia se mezcla con la crudeza de la vida en los montes. Ya en la segunda estampa nos pone los pies en la tierra. En cuanto las aguas del embalse descubren el viejo pueblo, los habitantes se lanzan a recoger todo lo que pueden: ladrillo, piedra, vigas. No hay tiempos para la melancolía porque hay que sobrevivir. La madre de ahora recuerda la rudeza de su infancia por encima de cualquier ñoñería. No había espacio para los perros inútiles ni los niños simples. En cuanto demostraban su fragilidad se los apartaba. Los niños a los ocho años se iban de pastores y sus ojos perdían la inocencia y la capacidad de araganear. Ella lo veía desde el privilegio de su situación acomodada y se impregnaba de los últimos retazos de ese mundo rural que acabaría por desaparecer bajo las aguas del embalse y de la modernidad.
Prácticamente no hay estampa que no nos haga pensar ni no nos demuestre la madurez sentimental y personal de la escritora y su elegante manera de enfrenarse a aquel mundo. Animales, personas, árboles, lugares y rituales cobran significado sin caer en la melancolía. Mi favorito es de la elaboración comunal del pan. Lo elaboraban dos mujeres una experta y otra novata por turno entre las mujeres del pueblo. La desaparición de ese ritual se convierte en símbolo del fin de la autosuficiencia, de los tiempos arcaicos, con su belleza y sus ritmos ancestrales, pero no hay lamento sino un ligerísimo tono de tristeza.
Un libro más que recomendable.