Jacobo Armero, Historias de un agente inmobiliario Editorial Lumen
El mundo inmobiliario español era uno de tantos mundos comerciales en los que la labia y los contactos lo eran todo. Aquellos que tenían los contactos adecuados y sabían dorar la píldora vendían más y mejor. Pero llegó la burbuja inmobiliaria y aparecieron agencias en cada esquina. Todo se vendía y todo se compraba, por lo que no había que ser un genio para meterse en ello. Pero cuando todo estalló las oficinas desparecieron con la misma rapidez con la que habían aparecido. De la misma forma los arquitectos que no daba a basto para diseñar y construir se quedaron sin trabajo para mucho tiempo, el dinero que manaba de la fuente inmobiliaria se secó y las migajas que repartían al mundo de la cultura también. Todo esto viene como introducción a este extraño libro que empecé a leer como algo gracioso y me enganchó por la dulzura de la voz del narrador.
Jacobo Armero pertenece a un familia de posibles y con intereses culturales. El abuelo notario los dejó a todos más o menos colocados. Tan así que el padre del narrador prefirió dejar las leyes por la difusión cultural y dedicó su vida a una revista dedicada a la poesía. El autor, buscando algo creativo y productivo, estudió arquitectura y la ejerció. Pero como el cuerpo le pedía cultura se dedicó a compatibilizar la construcción con la escritura de artículos sobre arquitectura en periódicos y en diferentes blogs multi-premiados. La vida era maravillosa. Felizmente casado y con su carrera viento en popa se dio de bruces con la explosión de la famosa burbuja. De repente se dejó de construir y el dinero que subvencionaba las revistas donde escribía se esfumó. Ya no era un niño y le quedaban muchos años laborales por delante. ¿Qué podía hacer? Se hizo agente inmobiliario. Se dedicó a vender pisos y locales por Madrid en lo más profundo de la crisis.
El final de la historia es feliz, vive bien de su trabajo y no tiene intención de dejarlo. Tal es así que le animaron a escribir esa experiencia de reconstrucción personal. Yo creo que hay miles de historias parecidas en la cultura americana pero no tantas en la nuestra. Y, sobretodo, lo que hace este libro delicioso es el tono de la voz narradora. Un tono dulce, sin pretensiones, con una distancia que tiene que poner de los nervios a sus jefes y a los grandes coaches de la superación personal y del triunfo en el mundo del comercial.
Parece que el oficio de arquitecto y el de agente inmobiliario corren paralelos pero él demuestra que tienen poco que ver. Un ejemplo: se gana mucho más vendiendo pisos que construyéndolos. Y cuando trata de especializarse en viviendas con interés arquitectónico, que puede vender mejor pues domina el tema, descubre que son mucho más difíciles de vender pues la belleza no da más que problemas. En su lucha por vender tardó ocho meses en colocar su primer piso. Mientras tanto descubre la esencia del oficio. La poesía de ayudar a finiquitar las historias que pesan sobre algo que quiere vender frente a muñir las ilusiones de los que quieren comprar para crease un futuro. Esa es la poesía del autor, habla de sus padres, sus abuelos, sus hijos, el peluquero que le cambio ligeramente el corte de pelo y le hizo perder clientes. En fin, de personas, de sentimientos y de dinero (palabra abominada en su ambiente familiar). Detalles realmente jugosos que muestran la belleza de las relaciones humanas en ese momento en el que hipotecamos nuestras vidas para poseer unos cuantos metros cuadrados de aire.