Parece mentira que haga 16 años de que se fue Manuel Vázquez Montalbán. Su último libro de la serie Carbalho se publicó al año siguiente, 2004, y nos quedamos viudos. Con esa tristeza que te hace pensar que la persona que se fue aparecerá cualquier día al volver una esquina o pensando que diría ante una determinada situación política. No ha pasado y, encima, se han atrevido a mancillar su personaje con una continuación. Así me encontré yo cuando me enteré de que Planeta se había decido a continuar con la serie más exitosa de su historia. Para hacerlo pidieron permiso a la familia y se lo encargaron a Carlos Zanón. Un recién estrenado cincuentón que nada tiene que ver con MVM y que, sin embargo, se ha convertido en el director de la Semana Negra de Barcelona y erigido en el narrador de la Barcelona actual con su novela Taxi. Zanón es, ante todo, un poeta. Antes de decidirse a dar el paso a la narración llevaba ya varios libros de poemas publicados. Rasgo en el que coincide con MVM, que nunca negó su vocación lírica.
Carlos Zanón Carvalho: problemas de identidad. Ed. Planeta 2019
Cuenta que cuando le ofrecieron el proyecto tardó una semana en decidirse y que lo que más le motivó fue que todos le decían que no lo hiciera, que iba a recibir batacazos desde todos los lados y que no le iba aportar nada. Desde esa revuelta contra los amantes de MVM se puso a la labor, consciente del peso que le caía, pero decidido a pasárselo bien escribiendo un libro que sería suyo, con su estilo y su personalidad, pese a escribir el personaje de otro.
Aquí tenemos el resultado. No se puede negar que es un libro de Zanón en su intensidad poética y en su forma de aproximarse a la ciudad y a sus personajes. La carga metaliteraria del Carvalho original está mucho más difuminada. Lo que para mí era una de las grandes jugadas del autor que luchaba por dignificar una estructura detectivesca y darle el velo de alta cultura del que carecía. Las referencias a la cultura popular, que eran tan importantes para Montalbán, son totalmente distintas: lo que en MVM era la copla en Zanón es el rock.
De ahí pasamos a la gran duda que producía esta apuesta: los personajes. Ante este dilema ha optado por tratar de hacer su mundo sin dejar de lado el original. Para el personaje principal, que sería demasiado mayor para él, opta por un truco brillante: el detective no es el de los libros sino el original. El narrador es el detective del mismo nombre al que MVM pidió información para crear a su personaje literario. Trabajaban cerca y se necesitan en cierto modo. En cuanto a su desarrollo tiene el mismo instinto suicida del literario y toda su mala leche, Lo rodea de personajes clásicos como Biscuter, pero le añade otros muy punkies, como el abogado Subirats o la secretaria milenial que contrata para no quedarse en la caverna tecnológica.
La narración discurre entre momentos ensimismados y momentos de acción que nos vuelven hacia el autor original. Momentos que nos remiten al lirismo descarnado de Zanón y la poética detectivesca de Manolo Vázquez. Al final, la pregunta inevitable de si merecía la pena y de si continuará quedan en el aire. Es evidente de que el autor ha hecho lo que quería hacer con respeto y que merece la pena leerla.