SHAFFER, Mary Ann y Annie Barrows.
La sociedad literaria y el pastel de peladura de patata de Guernsey.
Editorial Salamandra. Barcelona 2018. 304 pp.
Hace poco hablé de otro libro como un buen ejemplo muy digno del triunfo del buenrollismo literario. Si a la voluntad de que todo acabe bien le añadimos un paisaje campestre inglés y una sociedad literaria todo parece ir viento en popa. Si le damos una estructura epistolar, que parece transportarla a otra época y el paisaje, en lugar de ser la típica campiña inglesa, es el de una de las islas del Canal de la Mancha tenemos todos los elementos. El éxito ha sido tanto que tiene versión cinematográfica y ésta ha tirado de la edición impresa hasta llevarla a cifras de publicación serias.
La lectura y la película han supuesto algo parecido a lo que ocurrió con El paciente inglés de Michael Ondaatje. El libro escondía tras el lenguaje formal de las actas de la sociedad geográfica inglesa la historia de pasión y de amor de dos seres de otros tiempos que en la película quedaban expuestas de forma claramente lineal. En ésta la narración epistolar permite distanciarse de los personajes maravillosos que la pueblan e imponer un ritmo de otra época que amortigua la dureza de la vida de los protagonistas. Y, de igual modo, la película nos los presenta directamente en su fragilidad y su entereza y llega a forzarnos la lagrimita.
Una escritora joven y de ideas modernas se ha convertido en el bestseller de la Inglaterra post-segunda guerra mundial gracias a la forma desenfada en que narró su experiencia bajo la bombas nazis. En su busca de nuevos temas se pone en contacto con una sociedad literaria que se creó durante la invasión nazi. En una de las pequeñas islas del canal un grupo de lugareños sin mucha cultura consiguieron sobreponerse a las pérdidas de la guerra refugiándose en la literatura y apoyándose unos a otros. Para recabar información, decide irse a allí y acaba atrapada por su bondad y sinceridad y saca a la luz las tragedias que todos han tenido que sobrellevar durante esos años aciagos.
Es una novela tan inglesa que sólo podía ser escrita por una americana. Y para hacer más tierna la historia, la tuvo que acabar su sobrina escritora de relatos infantiles ante su serios problemas de salud que acabaron con su vida en 2008 y no le permitieron ver su única novela publicada. Éste es el resultado y el éxito de su colaboración.
Un relato que contiene muchísima ternura y amor por los libros, muy atemperado por su estructura epistolar. Ya decía que la visión de la película destapa ese polvorín de sentimientos cuando lo habitual es que la versiones cinematográfica cercenen la intensidad de las novelas. Me temo que todo el que lo lea le ocurra como a mí, que estoy buscando los medios de transporte para llegar a Guernsey a ver si aquello es verdad.
Luis Ángel Adán León