BENITEZ REYES, Felipe, El Azar y vice versa. 2016. Destino. Barcelona.
Cualquiera que se ponga a leer este libro no puede dejar de pensar desde las primeras líneas en que estamos ante una obra de tradición picaresca. Pero no en el sentido general del término sino en el género literario: un relato autobiográfico escrito en primera persona por un sujeto nada heroico ni mucho menos ejemplar, que tiene que buscarse la vida ante un contexto hostil. Sus avatares vitales le hacen buscar cobijo bajo diferentes amos (jefes en este caso) lo que nos permite conocer diferentes ambientes y grupos sociales. La autobiografía escrita desde la edad adulta y una situación desahogada hacen del narrador un moralista que comenta y critica todos los acontecimientos. Es chocante pensar que atreverse a hacer eso supone que suenes a viejuno. La internacionalización de nuestras referencias literarias ha hecho que nadie se atreva a volver la mirada a nuestra tradición para explorar todas sus posibilidades. Felipe Benítez Reyes se ha atrevido porque no tiene que demostrar que es moderno ni internacional. Puede combinar la parodia y la caricatura como hizo en Chistera de duende(1991); escribir sobre la construcción de la obra literaria Tratándose de ustedes (1992); o crear un personaje Hamletiano que sustenten la narración: El novio del mundo (1998); o recrear un relato detectivesco en el mundo del arte Mercado de espejismos (2007). Por eso ha utilizado deliberadamente ese marco genérico para crear una obra totalmente moderna y contemporánea. Pese a utilizar todos los elementos clásicos del género se dedica a subvertirlos y colocarlos en este mundo en el que vivimos. El protagonista, de más o menos la edad del autor, nace y acaba sus días en Rota aunque sus avatares le lleven a Cádiz, Sevilla, Jerez de la Frontera y algunos otros sitios de manera puntual. El vivir a la sombra de una de las grandes bases navales de US en el franquismo marca y más a este personaje que tiene que buscarse la vida en ese mundo.
Pero ese es sólo el principio. Sus aventuras le llevan a conocer el fin de la dictadura, el comienzo de la democracia, el cachondeo de las autonomías y nuestra España actual, desde el punto de vista de un superviviente. Esa arrastrada situación personal lleva aparejada una baja catadura moral que insufla a la obra un tono de comedia bufa en la que nos encontramos cientos de personajes irrepetibles, marginales y no tanto, a los que nos resistimos a olvidar. Sin embargo, en mi opinión, es el tono llamémosle moral, el gran logro de la novela. El protagonista no se resigna a moralizar sobre lo que va ocurriendo pero le resulta imposible ponerse pesado. Su humanidad al contemplar el cúmulo de barbaridades que le ocurren consigue que la narración no se convierta en un velatorio. No soy propenso a las clasificaciones regionales pero hay algo de carnaval gaditano en la forma de enfrentarse a la vida sin resignarle a verle el lado bufo, sobre todo en las peores situaciones.
Y, para terminar, todo está dominado por el gran pulso narrativo de Benítez Reyes que muestra sin bajar la intensidad las aventuras del protagonista y se niega a caer en lo fácil. Cada reflexión verbal o descripción nos sorprende. Nunca se deja llevar por tópicos lingüísticos o sintácticos y no deja de cogernos a contrapié a lo largo de las más de 350 páginas.
Luis Ángel Adán León