TRUEBA, David, Blitz, Anagrama, Barcelona 2015
Hace poco decía que le tenía mucha envidia a Pérez–Reverte por que escribe y vive como quiere, o eso parece. Hoy tengo que seguir confesando envidias. Envidio a David Trueba porque hace lo que quiere y le sale bien. Además, lo que quiere no es fácil porque tanto su cinematografía como sus producción narrativa no se suman a ninguna corriente ni a ningún a tendencia de moda y, sin embargo, funcionan. No estamos aquí para comentar su obra cinematográfica sino su narrativa. Comenzó con Abierto toda la noche(1995) de reminiscencias tardo adolescente. Siguió con Cuatro amigos (1999) en la que narra aventuras sentimentales de la juventud, para triunfar con Saber perder (2008), con el que obtuvo premios (el Premio Nacional de la Crítica y finalista del Premio Médicis) y lectores, en el que narra la vida de una serie de personajes de muy diferentes edades y condiciones que deben aprender a perder dejándose en ello todas sus ilusiones y sentimientos. Aparece ahora Blitz.
Con respecto a las otras yo le reconocería mucha mayor sabiduría narrativa. Todo lo que en las otras era explosión de palabras e ideas, en esta es contención. En apenas 160 páginas, en las que incluye dibujos, bocetos y reproducciones de postales y de cuadros de Otto Dix. Narra la epifanía existencial de un treintañero que se encuentra abandonado en Alemania en una disyuntiva existencial, sentimental y profesional a la que el único horizonte que le plantea este país nuestro es emigrar. Son una generación preparada que gozó de las mieles del éxito y creyó que eso era para siempre. Que todo iba seguir así hasta el final. Pero descubre que lo que tiene delante es un vacío al que no se ve fin.
Ese fracaso profesional lleva aparejada la falta de esperanza para crear una familia o una vida en común. Cuando el personaje se queda sólo en Munich comienza una aventura sentimental valiente e inesperada con una señora de más de sesenta años. En uno de los momentos más gráficos de la narración, con el que yo creo que no tiene voluntad de epatar pero si consciencia de mostrar cosas que no eran comunes hasta ahora. Ese el punto crucial que centra toda la historia. A partir de él todo explota. Por eso hablaba de sabiduría narrativa y contención. De las 160 páginas 125 se dedican a los dos días que pasa el protagonista en Berlín en un congreso de jardinería. Las 35 siguientes se dedican a los 11 meses que llevan al desenlace que no revelaré. Pero la gracia está en que todo está muy medido. La contención con que narra su deambular abandonado por Munich y la rapidez con que pasan los meses a su vuelta a España se complementan perfectamente y se equilibran evitando que el libro parezca un relato de descubrimiento o una narración bizantina de los avatares del protagonista. Es una obra madura que toca temas como la vejez, la falta de esperanza de la juventud, la necesidad de algo llamado país. Una obra brillante y emocionante.