Las ovejas no pierden el tren, Álvaro Fernandez Armero
El director de esta película ha realizado una carrera cinematográfica constante en la que no ha tenido grandes éxitos pero se convertido en un director solvente que ha tocado bastante géneros pero que ha tenido sus mayores logros en la comedia, llamemos de costumbres. En esa linea ha ido presentado historias divertidas y más o menos ligeras que ha retratado una generación que es la suya y a la que hemos vistos evolucionar a través de actores que han solido repetir: Koke Maya o Alberto San Juan por ejemplo.
En esta película vuelve al cine, que había dejado de lado para dedicarse a la televisión en una comedia más familiar que coral. Dos hermanos y dos hermanas con sus respectivos padres se encuentran más o menos situados y se enfrentan a problemas de sus edades relacionados con evolución vital. Un escritor vive en el campo tratando de recuperar la inspiración. El otro se ha divorciado y trata de rehacer su vida con una joven a la que dobla en edad. Las hermanas son triunfadoras profesionales pero una está desesperada por casarse y la otra por tener un segundo hijo. El padre de los varones está demente y la madre de la féminas parece dedicarse a la prostitución para llevar su gran ritmo de vida. Todo se mezcla y acaba más o menos bien. No hay melodramas y los buenos sentimientos familiares acaban por triunfar. Algo parecido a la serie de televisión que dirige ahora: Algo que celebrar. El regusto final es parecido: agradable pero sabe a poco. En la película se echa de menos un ritmo más fluido. Hay demasiados momentos sin tensión y las situaciones tragicómicas, que las hay buenas, se pierden.
Alberto San Juan parece estar en una nube y el que parece tener Alzheimer es él. Pero, no se si por su personalidad o por que se ha trabajado así el personaje, transmite ternura y es un personaje muy querible como lo plantea la película. El personaje de Candela Peña es el que más sufre y con el que más se ceba el director. Daniel Arévalo da para todo y para nada. Para todo porque crea y desarrolla perfectamente su personaje pero para nada porque el personaje es poco interesante. El personaje que más quiere es el de Inma Cuesta que está preciosa, quizás demasiado evidentemente preciosa. Y que arrastra con todo hasta que no puede más. Los secundarios tampoco está mal. La realización muestra el grado de calidad cinematográfica a que ha llegado nuestro cine. Ya nada es cutre ni barato y da ganas de irse a vivir al pueblo en el que viven.
En fin, como he dicho de la serie televisiva, se ve con agrado pero siempre se espera más. Lo que no es poco en cualquier panorama cinematográfico.