PEREZ REVERTE, Arturo, El tango de la vieja guardia, Alfaguara, 2012
Cuando leía esta novela, por la que en principio no me sentí nada atraído, pensaba que no sólo le tengo envidia por la vida que ha vivido sino por la que se ha montado desde que dio un portazo en RTVE e hizo lo que muchos periodista pretenden hacer y nunca hacen: escribir novelas y vivir de ello. Hasta tal punto le ha ido bien que pienso que Alfaguara vive de lo que él escribe y luego publica lo que puede. Saca un libro al año sí o sí. Los últimos han sido cortos pero el que viene este año es largo. Se ha convertido en un escritor de calidad y cantidad. Y, a lo que iba, se lo monta tan bien que se dedica a vivir en las ciudades que le apetece y poder así documentarse. Desde Sevilla en La Piel del tambor, no ha dejado de escribir desde dentro de ciudades que le resultan interesantes: Cádiz para El asedio o Nápoles para El francotirador paciente. En ésta son tres ciudades: Buenos Aires, Niza y Sorrento. Cada una sale a la superficie de la novela después de haber sido digerida por el autor. Yo le envido ese digestión de lugares hermosos o no tanto, pero llenos de historia y vida.
El interés por el libro me vino con el último premio Nadal Cabaret Biarritz que tiene lugar en ese mundo maravillo de elegancia y dinero bien metabolizado: gente bien no gente rica; gente que lleva más de dos generaciones comiendo caliente. Y también porque leí un artículo del autor hablaba de su voluntad por reconstruir el lenguaje de determinados lugares: el de Méjico en La reina del sur y el de Argentina en esta novela. La realidad es que no me ha resultado digno de comentar la recreación del lenguaje y sí la del mundo de entreguerras. Ese es el gran protagonista de la historia. El mundo de los modales perfectos, de la etiqueta precisa. Los modales y el comportamiento en sociedad hacía mucho tiempo que estaban codificados pero, de alguna forma, en estos tiempos pasaron a humanizarse. Los smokings y los vestidos de los años veinte eran más humanos y las costumbres también. Las leyes de la caballerosidad habían dejado de lado, no totalmente, los duelos de honor y consistían en saber seducir con palabras y bailes. El baile, el tango en este caso, eran más cercanos. En mi opinión se había llegado a una entente cordial entre las buenas maneras y el sentido común. Las clases sociales estaban ahí como siempre lo habían estado pero parecía más cercanas. Allí sitúa Reverte la historia. Son tres partes perfectamente hilvanadas y contrapuestas unidas por una historia de amor imposible, como no, entre seres que pertenecen a dos clases incapaces de unirse. Él tiene las maneras, la planta y la inteligencia natural. Ella tiene la belleza, la elegancia y la inteligencia a secas y una vida en la que el dinero nunca llega a ser una preocupación. Por eso no me resultó atractiva. Porque suena demasiado a telenovela de la tarde. En realidad lo es. Una historia totalmente romántica de un autor que hace lo posible por no ser romántico. Es un profesional y se mete hasta al fondo en ese mundo que trata de retratar. Resulta un poco gracioso que se dedique a comentar la forma en que ha presentado las escenas de sexo. Pero no deja de ser una historia previsible en la que aparecen los personajes de siempre de sus historias. Lo que en el Asedio era la relación entre el capitán y la heredera, en este lo es entre el ladrón de guante blanco y la eterna señora. Pero aquella acaba en tragedia dura y ésta en un romántico acto de valor después de una vida de robos y engaños.
Ya lo siento, ha escrito la novela de las señoras mayores y las tardes de tele-serie, que no culebrón, sin dejar de presentar sus personajes emblemáticos y su concepción de la vida.