Homeland
La barbarie cometida contra los artistas gráficos franceses por bestias cubiertas de la sinrazón religiosa no ha hecho otra cosa que recordarme la barbarie que sirve de telón de fondo a esta historia. Hay un momento en el que un personaje recuerda a Menahen Begin, que como terrorista dinamitó un hotel lleno de personas y que, sin embargo, acabó siendo primer ministro israelí y recibió el premio nobel de la paz. El malo de esta historia acaba igual, masacrando inocentes para conseguir poder y poder seguir masacrando. En el momento culmen es aclamado y pasa a ser un héroe de la barbarie y los americanos se avienen a negociar con él, una vez que aceptan que esa es la opción más práctica.
Esa es la magnífica lección de política práctica. Ya lo fue la tercera temporada de la serie, en la que al atrapar al malo malísimo deciden no triturarlo ni darle protección a cambio de información, sino devolverlo a su país y utilizarlo para deshelar las relaciones con Irán. Pocos casos hay en los que la política real esté tan claramente descrita en una serie de ficción pues ha coincidido con la realidad política de la región.
La cuarta temporada de la serie ha acabado y, como deber ser, nos ha dejado cabreados por que no nos va a quedar más remedio que ver la siguiente. No se puede negar que ha conseguido algo histórico en el mundo televisivo: levantar una serie muy limitada en sus posibilidades de desarrollo y que recibió todas las aclamaciones y premios. Después de la tercera temporada todos nos quedamos tristes y desconsolados, a la vez que aliviados porque no tendríamos que sufrir más. Pero han sido capaces de darle la vuelta a la historia y convertirla en algo diferente: en una novela de espías del siglo XXI. La lucha de poderes se da en las áridas tierras de Asia y los malos son los islamistas radicales y los civilizados paquistaníes. Los protagonistas son peones en un juego en el que siempre tienen las de perder.
Ha habido más de un momento en los que la tensión ha sido tan grande que no podía esperar. La tensión se producía al ser consciente que los malos ganaban. Que los inocentes y frágiles sucumbían. Pero todavía había esperanza de que triunfaran. El final ha jugado con ellos y con los espectadores como debía.
Los personajes se desarrollan y Carrie se hace madre y se vuelve política, es decir, deber saber perder y pierde mucho. Su compañero es el hombre que todas quieren: duro e implacable (siempre me maravilla que nunca yerre un tiro ni un golpe. Nos lo han enviado a una misión trampa y Carrie está enamorada. Su historia de amor-utilización con el joven pakistaní marca uno de los hitos de la barbarie que no me dejó dormir. El segundo es cuando el malo malísimo acuchilla a la agente del equipo una vez que ha conseguido lo que quería.
El diseño de producción de los paisajes es ya un clásico que ellos han sabido administrar. Odio la música que es efectiva pero me agobia.
Me temo que volveré a sufrir. Es lo que tiene ser yonkie.